miércoles, 14 de agosto de 2024

Jack el lobo Morrison



**Jack “El Lobo” Morrison**




Jack “El Lobo” Morrison era un hombre de pocas palabras y muchos kilómetros recorridos. Prefería la soledad de la carretera a cualquier compañía. Esa noche, tras horas de conducir sin descanso, decidió detenerse en un pequeño bar de carretera, uno de esos lugares donde las sombras parecían más largas y el aire más pesado.


El lugar estaba medio vacío. La música de fondo apenas lograba ahogar las conversaciones en voz baja. Jack se sentó en la barra y pidió un whisky. No tenía intención de quedarse mucho tiempo, solo lo suficiente para despejar la mente antes de volver al camino. Fue entonces cuando la vio.


Ella estaba al otro lado del bar, apoyada en la pared con una actitud que parecía decir que estaba acostumbrada a ser observada. Su cabello rojo encendía el lugar, cayendo en rizos desordenados sobre sus hombros. Cuando sus miradas se cruzaron, ella le sonrió de una manera que no dejó espacio para malentendidos.


Sin mediar palabra, Jack la invitó a unirse a él en su mesa. Se presentó como Lena, y durante un rato hablaron de cosas sin importancia, aunque ambos sabían por qué estaban allí. La conversación no tenía peso, pero algo en ella le recordó a Jack una parte de su vida que prefería olvidar. Esa risa, esos gestos… algo en Lena era inquietantemente familiar.


Cuando Jack sugirió continuar la noche en su camión, Lena aceptó sin dudar. Subieron juntos y emprendieron el camino por una carretera solitaria, donde las luces de la ciudad se desvanecían en el horizonte. Lena no preguntó a dónde iban, y Jack no ofreció explicaciones. La tensión en la cabina crecía, y Jack sentía una mezcla de deseo y repulsión hacia ella que no podía comprender.


Finalmente, llegaron a un punto aislado, en lo alto de un acantilado donde el viento y las olas eran los únicos testigos. Jack detuvo el camión y apagó el motor. El silencio se volvió casi palpable. Lena lo miró con una sonrisa juguetona, pero Jack no pudo responder. Algo en su interior se rompió.


Sin decir una palabra, la agarró por el cuello. La sonrisa de Lena desapareció, reemplazada por una expresión de sorpresa y terror. Jack apretó con más fuerza, sus manos temblando mientras la vida se escapaba de ella. No era Lena quien moría entre sus manos; era algo más, algo que Jack había querido destruir desde hacía mucho tiempo.


Cuando el cuerpo de Lena quedó inerte, Jack la arrastró fuera del camión y la lanzó por el precipicio. El mar rugió abajo, reclamando el cuerpo sin vida como suyo. Jack se quedó un momento mirando, esperando sentir algún tipo de liberación, pero lo único que sintió fue un profundo vacío, un eco de algo mucho más oscuro.


Subió de nuevo al camión y arrancó. La carretera se extendía ante él, pero su mente estaba atrapada en el pasado. Mientras conducía, empezó a notar una presencia en la cabina, algo que no estaba ahí antes. Miró de reojo y su corazón se detuvo. Sentada en el asiento del copiloto estaba Lena, pero sus ojos eran fríos, y su sonrisa, la misma sonrisa que había visto tantas veces antes, le heló la sangre.


“No importa cuántas veces lo intentes,” dijo la figura con una voz que resonaba en su mente. “Siempre estaré aquí para hacerte la vida imposible.”


Jack reconoció la voz de inmediato. No era Lena. Era su madre. El mismo cabello rojo, la misma risa cruel que lo había perseguido toda su vida.


El miedo y la desesperación se apoderaron de él. Intentó mantener el control del camión, pero la risa burlona de su madre llenaba la cabina, haciéndolo temblar. En una curva cerrada, sus manos ya no respondieron. El camión se salió de la carretera, cayendo al vacío, mientras la risa de su madre seguía resonando, burlándose de él hasta el último instante.


El impacto fue brutal, y todo quedó en silencio. El mar volvió a reclamar otro cuerpo, mientras la figura con cabello rojo se desvanecía, satisfecha en su victoria eterna.

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