El crepitar del fuego rompía el silencio de la densa oscuridad del bosque. El grupo nómada había establecido un pequeño campamento en un claro, rodeado por árboles altos y sombríos. Las sombras danzaban en los rostros de aquellos que dormían, refugiados en el calor de la gran hoguera que ardía en el centro del campamento.
En la quietud de la noche, *Makur*, un hombre de hombros anchos y manos callosas, estaba de guardia. Su mirada vigilante recorría el borde del claro, atento a cualquier movimiento o sonido inusual. Sabía que, aunque los lobos aullaran en la distancia, el verdadero peligro podía acechar mucho más cerca.
De entre las sombras, su hijo *Talru*, un joven aún no completamente curtido por la vida nómada, se deslizó junto a él. El muchacho, de grandes ojos curiosos, se había desvelado, incapaz de conciliar el sueño. Se rascaba con frecuencia el cuello y los brazos, donde las picaduras de mosquitos le causaban incomodidad.
—**“Ata, niara kekan ilaku. Niari pimanil ni ara noya.”** —se quejó *Talru* en *Tamín, la lengua ancestral*. "Padre, no puedo dormir. Las picaduras de los mosquitos me pican mucho."
*Makur* lo miró con una mezcla de orgullo y preocupación, pero también con una sonrisa cálida.
—**“Bu, oğul. Gençsin ve canlısın. Bu, yaşının ve gücünün bir işareti.”** —respondió *Makur*, con una voz baja y grave. "Eso es bueno, hijo. Eres joven y estás lleno de vitalidad. Es una señal de tu juventud y fuerza."
*Talru* suspiró y se frotó nuevamente el cuello, molesto por las picaduras.
De repente, un fuerte aullido rompió el silencio de la noche. *Talru* se tensó, reflejando inquietud y miedo en sus ojos.
*Makur* notó la inquietud de su hijo y lo abrazó ligeramente. Su sonrisa se mantuvo mientras le decía:
—**“Kurtlar ateşten yaklaşmaz. Ateş bizi kötü ruhlardan korur.”** —dijo suavemente. "Los lobos no se acercan al fuego. El fuego nos protege de los malos espíritus."
*Talru* asintió lentamente, encontrando consuelo en las palabras de su padre. La tensión en sus hombros se desvaneció, y poco a poco, el miedo fue reemplazado por el cansancio. Sin decir más, se acurrucó junto a su padre, dejando que el calor del fuego y la seguridad de la guardia lo envolvieran. Antes de darse cuenta, había caído en un sueño profundo, su cabeza descansando en el regazo de su padre.
*Makur*, con una sonrisa serena en el rostro, acarició el cabello del niño. Levantó la vista hacia la luna, brillante y redonda, colgada en el cielo como un antiguo guardián. Sabía que, aunque los tiempos eran difíciles, mientras tuvieran el fuego y se mantuvieran unidos, su gente sobreviviría.
***
Con el amanecer, el campamento se llenó de actividad. Las mujeres, con cestas tejidas de ramas, se adentraron en el bosque para recolectar frutos y setas, mientras que los hombres se preparaban para la cacería. *Talru*, aún con la mente adormecida por los sueños de la noche, seguía a su padre con una lanza que aún no manejaba con destreza.
Los días de cazar mamuts y otros grandes animales eran solo recuerdos lejanos, historias contadas al calor de la hoguera. Ahora, debían conformarse con la caza de pequeños animales, roedores y conejos que poblaban el bosque.
El joven intentó emular a los mayores, observando con atención cómo su padre se movía silenciosamente por entre los árboles. Cuando por fin vio a un conejo a la distancia, trató de apuntar con su lanza. Pero su mano temblaba y el arma voló de sus dedos, cayendo inofensivamente al suelo. *Makur* movió la cabeza en señal de desaprobación, aunque su mirada no era dura, sino paciente.
De repente, un sonido rasgó el silencio del bosque. Los hombres se detuvieron, tensos, mientras el crujido de ramas revelaba la presencia de un jabalí. *Makur* sabía que estos animales no eran rápidos para huir, pero podían ser peligrosamente agresivos cuando se sentían acorralados. Con calma, alzó su lanza, preparándose para el ataque.
Sin embargo, antes de que pudiera lanzar, un lobo solitario, rápido y silencioso como una sombra, saltó de entre los matorrales y se abalanzó sobre el jabalí, mordiéndolo en el cuello con una fuerza sorprendente. En segundos, el jabalí cayó, y el lobo lo arrastró entre los arbustos, desapareciendo en la espesura del bosque.
Los cazadores, entre ellos *Oktai*, *Bainar* y *Eltek*, quedaron paralizados, sorprendidos por la velocidad y precisión del lobo. *Makur*, con la lanza aún alzada, dudó por un momento, pero el animal ya se había desvanecido en la maraña de árboles y matorrales. Bajó el arma, frustrado por la pérdida de una presa tan valiosa.
La mañana continuó con poco éxito. Al final, solo un pequeño roedor había sido capturado por *Makur*, lo que dejaba a la tribu con un banquete bastante escaso. Sin embargo, *Oktai*, uno de los cazadores más experimentados, había logrado cazar un cervatillo, lo que fue una valiosa adición al escaso botín del día.
A pesar de todo, el día no había sido del todo infructuoso. Para *Talru*, fue una lección más en el largo camino hacia la madurez. Mientras cargaban su escasa caza de vuelta al campamento, *Makur* echó una última mirada al bosque, donde el lobo había desaparecido, y supo que la caza seguiría siendo un desafío constante.
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