domingo, 3 de noviembre de 2024

Capítulo 3: El río de la paciencia

Los días se iban alargando, al igual que los pasos de la tribu. La nieve, antes omnipresente, comenzaba a fundirse, dejando a su paso lagos y riachuelos donde antes sólo había hielo. Tras días de caminar, encontraron un lugar idóneo para asentarse cerca de un río. Makur observó las aguas cristalinas y, con un tono firme, anunció:

—"Nu’ri teom lutka osi nai’telu."
"Esta vez no necesitaremos cazar."

Oktai, un cazador de espíritu obstinado, frunció el ceño al escuchar esas palabras.

—"Nu’ri malja iot lakai."
"Odio el pescado," respondió, con evidente disgusto.

Makur lo miró con comprensión, pero sin ceder en su decisión.

—"Teo’al kijenu rut’lami nara nai’telu. Ta malja iot lakai, etna so’lemkar tus’kai tei lotum. Su kalma luta makera n'kot iot."
"Hemos caminado muchos días para encontrar este lugar. Entiendo que no te guste el pescado, pero necesitamos recuperar fuerzas si queremos cazar animales más adelante. Y la única forma de hacerlo es comiendo lo que nos ofrece este río."

Balin, que había escuchado la conversación, sonrió ante la respuesta de Makur y agregó:

—"Iot na mal, latun nei ki jamena, Oktai. Su vuro lakai ul’rem taju kal.”
"El pescado no es tan malo cuando te acostumbras a su sabor, Oktai. Además, si los osos lo comen es porque tiene muchas vitaminas."

Pero Oktai no estaba convencido. Se giró y llamó a Eltek y Bainar, dos de los cazadores más jóvenes de la tribu.

—"Ja, su tomaru na tso’kai."
"Vamos, necesitamos cazar algo decente."

Eltek vaciló unos segundos, mirando a su tío Makur, pero finalmente decidió no desafiar su autoridad y se unió a Oktai y Bainar. Mientras los tres cazadores se adentraban en el bosque, Makur llamó a su hijo Talru.

—"Nar, ni’ka lot’mal yai’kai.”
"Ven, te enseñaré a pescar con la lanza."

El río estaba plagado de peces, y con la guía de su padre, no le resultó difícil a Talru atravesar uno de ellos con su lanza. La expresión de orgullo en el rostro de Makur fue inconfundible.

—"Suli, ru ten’ka su nai’kei.”
"Veo que esto sí se te da muy bien," dijo, sonriendo.

Talru sintió una ola de orgullo recorrer su cuerpo. Mientras otros hombres también pescaban, las mujeres y los ancianos, entre ellos Balin, se dedicaban a buscar leña y hierbas para acompañar en la comida.

Mientras seguía pescando, Talru notó algo en la distancia. Entre los matorrales, distinguió unas orejas blancas. Era el lobo que había visto antes, observando desde lejos, como si estuviera oculto entre las sombras del bosque. Hacía días que Talru sentía su presencia, pero en lugar de asustarlo, la presencia del lobo le daba una extraña sensación de protección. Sentía que el lobo lo seguía porque estaba solo, sin manada.

Siguiendo un impulso, Talru se acercó a los matorrales y dejó un pescado allí. Sin mirar atrás, se alejó. Unos minutos después, cuando volvió la vista, el pescado había desaparecido. La conexión con el lobo era cada vez más fuerte, aunque no sabía qué significaba realmente.

El día llegaba a su fin y la luz del sol comenzaba a desvanecerse, tiñendo el cielo de tonos rojizos. Makur comenzaba a sentir una creciente inquietud. Ya habían pasado horas desde que Balin, Keila y el resto de las mujeres habían regresado con sacos de piel llenos de leña, ramas y algunos frutos secos, pero no había señales de Oktai, Eltek y Bainar.

Finalmente, Makur decidió que era hora de buscarlos. Llamó a Talru para que lo acompañara, junto con otro cazador experimentado llamado Rokan. Se adentraron en el bosque, siguiendo las huellas y el rastro dejado por los cazadores desaparecidos. Después de un rato de búsqueda, encontraron a Oktai y Bainar, exhaustos y con la mirada perdida. Sin embargo, no había señales de Eltek.

La preocupación se apoderó de Makur, quien miró a Talru y Rokan con una expresión grave.

—"Te’al rumah su kai."
"No pararemos hasta encontrarlo."

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